Bar Guerra: «La segunda vida de un bar»
Luis Miguel Menor y César Morales han resumido estupendamente lo que debe ser una tasca o un bar de tapas malagueño puesto al día

El Bar Guerra, en San Pedro Alcántara, abrió sus puertas en 1954, regentado por Miguel Guerra y su mujer. Un bar de barrio, una taberna de tantas que poblaban los pueblos de este país, con unas premisas muy básicas: una decena de especialidades, mayormente de guisos y platillos humildes, para acompañar un vino. Un negocio familiar y sacrificado, donde los parroquianos se acodaban a echar el aperitivo y que – con el paso del tiempo y el desarrollo urbano y turístico – fue, poco a poco, convirtiéndose en lugar de encuentro de locales y visitantes. Un bar que destilaba autenticidad, con sus virtudes y defectos.


Allá por 2021, Luis Miguel Menor y César Morales, los propietarios y responsables del exitoso La Milla, decidieron hacerse cargo del Bar Guerra. Por un lado, para perpetuar su legado por motivos afectivos. Por otro, para darle un lavado de cara y poner al día su propuesta, siempre desde el plano del respeto a la institución, y para adecuarlo a un público más variopinto y exigente. Mayor énfasis en el producto marino, en el que tienen una amplia experiencia; ejecuciones más cuidadas y precisas; una oferta de vinos ambiciosa, y un servicio más esmerado. Muchas cosas cambiaron para darle una segunda vida a esta taberna, incluyendo el tique medio. Probablemente algunos vecinos perdieron su lugar de reunión pero el pueblo y sus visitantes ganaron un bar de tapas adecuado al siglo XXI.

La carta del Guerra se concreta en esa pizarra que cambia a diario y que aglutina una treintena de propuestas. Desde mariscos frescos del día hasta frituras – que constituyen el núcleo de la oferta – pasando por guisos tradicionales y tapas clásicas de cualquier bar andaluz. Pero todo bajo la batuta de Mar Soriano, cocinado con mimo y servido con sencillez y buen gusto. Así, podemos empezar con unas buenas conchas finas, unas ostras o unos mejillones al vapor, siempre de calidad. O unas gambas de las lonjas locales y unos langostinos de Sanlúcar, cocidos con precisión. Y continuar por una notable ensaladilla, rústica, sin florituras, pero bien hecha. O una tan malagueña y fresca pipirrana de pulpo y un poco de atún en manteca.
A partir de ahí hay que centrar el disparo en las frituras y algún guiso. Empezando por unas originales tortillitas de gamba cristal, más malagueñas que gaditanas en su textura, muy sabrosas. Y esos boquerones al limón que bordan, la jibia o los calamares fritos, el cazón en adobo y los salmonetitos. O esos langostinos en gabardina que miran al vecino Merchán y las puntillitas con huevo que ven La Milla de lejos. Frituras que van más allá del pescaíto y se extienden a unas muy buenas croquetas de jamón, cremosas, un flamenquín o unas berenjenas con miel de caña.

Es el caso de los guisos, la cocina mira hacia ese legado del viejo Guerra: a esos clásicos higaditos de pollo encebollados que han servido en esta casa a lo largo de siete décadas y cuya receta original se sigue respetando al milímetro, o a las carnes guisadas, como las carrilleras estofadas o el rabo de toro, suculentos. Tampoco faltan las cazuelas de papas, el pollo al ajillo o las albóndigas en salsa.

En cuanto a la parte líquida, hay una cuidada y extensa selección de vinos, muy por encima de lo que cabría esperar en un lugar así, con referencias variopintas y la mirada puesta, entre otras, en Champagne y Jerez. Quizás se agradecería una selección por copas algo más amplia.
En definitiva, en el Bar Guerra (San Pedro Alcántara, Marbella), Menor y Morales han resumido estupendamente lo que debe ser una tasca o un bar de tapas malagueño puesto al día. Muy buenas frituras, platos populares y guisos con fundamento. Ambiente informal con hechuras de restaurante en la cocina. Buena oferta de vinos en una terraza bien atendida. Larga vida.
BAR GUERRA
Valoración:
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Comida: 4/5
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Servicio: 3/5
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Ambiente: 3/5
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